martes, 24 de marzo de 2009

HABLAME COMO LA LLUVIA

Háblame... Pero hazlo como lo hace la lluvia en el verano, con un murmullo dulce y entrecortado, de un amor sensible... De un sentir lejano.

Hazlo como la lluvia... De a poquitos, pero que cada gota de tus palabras sea un aguacero inmenso de mil tormentas, de caricias juntas.

Cuando sientas deseos de decirme algo, aunque sea al oído, por favor ¡calla! Calla y por un momento no digas nada, porque cuando el amor se piensa deja de ser un sutil sentimiento; recuerda que muchas veces el amor es mucho corazón y poco... Muy poco de cerebro.

Mejor abre tu boca como lo hace el cielo, pero no para pronunciar palabra alguna, tan solo hazme sentir que me amas con la furia contenida en el huracán de un alma que como la tuya no hay ninguna, ninguna que sin palabras me haga sentir lo que siento cuando te miro, cuando la situación afortunada cierra su caja nacarada de oportuna y libre mascarada, que como el agua simple y pura reverdece y aquieta lo desahuciado.

Sumerge mi corazón como el viento, un canto esparcido libre y tenue de rencores, que tus palabras cuando a mi alma caigan, levanten polvaredas de cariño, remolinos de deseo, tormentas de escabrosa pasión y naufragios de navíos en exilio. En peligro de extraviarse por siempre en el ciclón áureo de tus palabras que como la lluvia inquieta todo lo despierta... Y nada, ni siquiera un corazón como el nuestro, sobrevive a su coleta.

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